Ser docente: ¿una identidad líquida?

Ser docente en entornos digitales

2/12/20256 min read

Ser docente: ¿una identidad líquida?

Nota: Reflexión a partir de mi experiencia en el espacio académico “Ser docente en entornos con tecnologías digitales, con Marc Fuertes”. Sin embargo, vale decir que también se cruza en buena medida con la reflexión del espacio “Enseñar y aprender en la sociedad digital”, de Anna Escofet, Pablo Rivera, Núria Molas.

Este espacio significó, en mi experiencia, en el desarrollo de mis competencias, múltiples líneas de reflexión sobre la identidad docente. Cualquier ruta sobre la que pudiera profundizar podría arrojar luz sobre cómo pensar al docente contemporáneo. Sin embargo, cuando pienso en mi propio contexto de ejercicio profesional, en el cual, con frecuencia he trabajado en formación docente, hay una línea de reflexión que creo indispensable plantear en el marco de este espacio académico.

En “Ser docente…” para mí hay una pregunta clave, o al menos lo pude asumir desde esta perspectiva. ¿Quién es el docente hoy, en ese mundo postdigital? Pareciera que hace no mucho pensábamos que la pregunta por la identidad docente estaba más o menos definida. En efecto, en la perspectiva de un pasado estático, imaginamos que “antes” ser docente en una época predigital implicaba menos mediaciones, menos objetos, menos tensiones en el rol, casi que diríamos, menos opciones para escoger identidades. Pero ¿realmente lo era? Aunque no quisiera plantear opciones de respuesta, quiero partir de asumir que cada época en la escuela ha tenido sus retos, y sin duda, sus tensiones identitarias. Pero voy a apostar por el argumento de un mundo contemporáneo que se ha llenado de incertidumbre, de inestabilidad y, a la vez, de múltiples opciones, un mundo identitario más complejo para el rol docente.

La escuela de hoy es un contexto donde la elección de quién ser, dónde estar, cómo hacer, en cada uno de los roles, es más abierto, con mayor número de posibilidades. Y para el docente, esto se ha vuelto crucial. En sociedades más endogámicas, y ese es el caso colombiano, el maestro fue durante un buen tiempo de la historia de la consolidación de la nación, un referente de autoridad local. En un mundo sin internet, el poder simbólico podría estar fácilmente controlado en una sociedad. Pocos medios, menos emisores, menos fuentes de poder simbólico. Pero el mundo digital lo redefinió todo y en la postdigitalidad, aun con la ambigüedad con que se ha aceptado el termino (Blanco-Fernández, 2022), con la tecnología vuelta segunda piel en las culturas, la pregunta por el ser docente se abre en muchas rutas y perfiles. Las fuentes se han vuelto dispersas, multitudinarias, fragmentadas, con fuentes de significado que se entrecruzan en una miríada de voces y versiones. Algunas con mayor o menor poder de difusión.

En este escenario crecen nuestros niños, niñas y jóvenes, y enseñan nuestros docentes. Así que en la escuela contemporánea del país cruza por este universo de voces, fragmentos y roles en construcción. En este universo, cuando nos preguntamos cuál es la identidad docente sobre la que debatimos en esta clase, sin duda no existe un perfil único de docente en el contexto país/ciudad en la que trabajo. ¿Hay identidades infinitas? No, pero creo más bien que hay una tipología que quiero explorar brevemente, y que sin duda tiene una raíz común: son identidades, para usar un concepto de Bauman (2007), líquidas, maleables, que se redefinen en el tiempo, que no son permanentes, que como con el principio de incertidumbre de Heisenberg (Vignale, 2019), cuando tratas de asir algo, cuando valoras un aspecto, ya los otros han cambiado. Cuando observas algo, ese algo ya no existe, no es como esperas haberlo captado. Creo que así pasa en este caso. En este espacio académico fue claro, al menos en mi propia lectura, que los objetos digitales tienen mucho de eso, y los sujetos más aún. Eso es lo que nos pasa con la IA, incluso más (García-Peñalvo, 2024). Cuando crees que ya tienes un mapa, en tan solo unas semanas el mapa cambia y ya el modelo tiene cientos de veces más tokens, más poder de procesamiento, más modalidades de absorber y comunicar con el usuario.

Ahora bien, en ese universo inestable, la identidad es casi que tomar una fotografía para imaginar que pronto las composiciones de sus elementos cambiarán. Con esta salvedad, bien puedo plantear que esta tipología es provisional.

a) Docentes predigitales. Lo predigital funciona muy bien para describir docentes que aún se debaten entre sus lazos analógicos, los formatos pedagógicos tradicionales y las demandas del mundo digital, pero que aún son eficaces en su espacio. Que, si en un tiempo reciente sintieron que debían migrar al mundo digital, en un escenario donde se ha empezado a girar del modo tecnofílico al tecnofóbico, al "saquemos las tecnologías digitales de las escuelas y volvamos al mundo natural", pueden tener un respiro. Quizás tal vez experimenten la sensación de que se puede estar en modo analógico sin mayor inconveniente. Buena parte de ellos son docentes cerrando su ciclo de vida profesional. El debate negativo que se ha dado recientemente, muchas veces cargado de preconcepciones sobre lo digital, les ha dado un respiro al final de un proceso en el que no se sintieron nunca cómodos con lo digital. Por supuesto también, en un contexto educativo como el colombiano, con limitaciones serias en coberturas de banda ancha, con precariedad de equipamiento digital, docentes de este perfil quizás no encontraron tampoco alicientes ni oportunidades de desarrollo. El contexto jugó en contra.

b) Los que están en modo tránsito, como exploradores. Este perfil vio su emergencia en pandemia. Todo se aceleró, con obligación y coyuntura, sin ninguna otra posibilidad, las tecnologías se volvieron omnipresentes y los docentes empezaron a frecuentar el nuevo escenario. Descubrieron potencialidades, herramientas y nuevas prácticas. Por supuesto hubo de todo al respecto. Muchos solo trasladaron su perfil tradicional en lo analógico al perfil tradicional en lo digital. Pero tendería a creer que son perfiles de exploradores, que están probando nuevos retos, desarrollando nuevas habilidades para su competencia digital. Situaría aquí a muchos nuevos docentes, pero también a muchos otros, ya con un buen recorrido y que han estado descubriendo, desde este punto de quiebre pandémico, sus nuevos roles, sus nuevos medios, y por supuesto, sus nuevos estudiantes, los que ya son digitales y postdigitales.

c) Los que ya se han consolidado en el escenario digital. Este grupo no es numeroso, pero tiene prácticas significativas. Muchos ya navegan y exploran, de distinto modo y con diferente logro, el universo de las IA. Se sienten navegantes en este espacio y lo hacen con fluidez y propiedad. De ellos emergen buenas prácticas y buenos procesos. Tambien por supuesto otras que no tanto. En este grupo hay un buen número que bien podría decirse cultivan la innovación pedagógica con tecnologías digitales.

Los tres perfiles, por supuesto, no son uniformes. Al interior de cada uno encontramos tensiones, brechas de género, contextos complejos, y en un país de regiones como Colombia, desigualdades entre sectores rurales y urbanos, o en las ciudades entre educación pública con dificultades en equipamiento y educación privada, con holgura en conectividad e infraestructura.

En cierta medida, y ya entro en la arena de la especulación pura, creo que podemos encontrar estos tres perfiles (y probablemente otros más por imaginar), y un amplio universo de otros “entre” categorías, que pueden habitar en el mismo nicho escolar, en la misma escuela. Hubo en ciudades como Bogotá, en pandemia, un proceso de dotación de tabletas y computadores, pero no siempre se tuvo la conectividad. Aún, varios años después, los fallos persisten. La inversión es alta, pero los resultados de la educación pública no se han movido en la misma proporción de la inversión tecnológica. Hay, por supuesto, experiencias de tecnologías digitales, innovaciones de docentes, experiencias dispersas, pero no pareciera aún que son suficientes, o que el esfuerzo en formación de docentes, en infraestructura, con todas sus dificultades, haga sinergia con otras niveles para dar el salto de calidad de la educación en la ciudad y en el país. Desde luego, hay multiplicidad de factores que juegan en ello, valga la claridad. Como bien lo asumimos en el espacio académico, no hay un efecto ni una linealidad entre tener buena tecnología digital y buena educación.

Referencias

Bauman, Z. (2007). Identidad. Madrid: Losada

Blanco-Fernández, V. (2022). The post-digital labyrinth: Understanding post-digital diversity through CGI volumetric aesthetics. Convergence, 28(5), 1421–1437. https://doi.org/10.1177/13548565221077587

García-Peñalvo, F. J., Llorens-Largo, F., & Vidal, J. (2024). La nueva realidad de la educación ante los avances de la inteligencia artificial generativa. RIED. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, 27(1), 9–39. https://hdl.handle.net/11162/261350

Vignale, S. P. (2019). Ciencias sociales y principio de incertidumbre. Revista Bordes, (14), 41–47. https://revistabordes.unpaz.edu.ar/ciencias-sociales-y-principio-de-incertidumbre/

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